Los otros notarios

De regreso de Llangui, sector rural altamente carenciado de la comuna de Carahue, cercano a Puerto Dominguez, me enteré de las últimas noticias acerca de la actividad profesional que tengo el honor de desempeñar. Hasta ese lugar, distante unos treinta kilómetros de mi oficio Notarial, me desplacé para obtener la firma de doña María Mariqueo, quien dado su estado de postración no podía acercarse a la Notaría para estampar su huella digital (no firmaba). En su modesta casa le leí y expliqué el documento que estaba por suscribir. El trámite fue realizado sin costo, dada la precariedad de los usuarios, más la diligencia tuvo una mejor paga: la satisfacción de acercar el discurso legal a quienes desconocen la normativa vigente, asesorándolos en todos los aspectos jurídicos.

De ordinario, en este sector de la Novena Región, donde los abogados no abundan, nuestra labor como Notarios se extiende mucho mas allá de la mera certificación de documentos y la revisión exhaustiva de escrituras, poderes e inscripciones. La gente suele acercarse para consultarnos acerca de las mas variadas materias legales. Se les atiende con agrado y diligencia. La referencia la realizo en plural, ya que se trata de una realidad común a todos los Notarios que no ejercemos dentro de las ocho manzanas del centro de la capital nacional, Santiago.

En efecto, tras una serie de informes, datos, entrevistas y opiniones de quienes profetizan y aseguran ser expertos en Derecho Notarial (no he leído ninguna opinión de algún connotado profesor de Derecho Civil), me parece estar presenciando un escenario muy ajeno a las labores cotidianas de gran parte de quienes desempeñamos este noble oficio. Los volúmenes de trabajo y la naturaleza del mismo no guardan relación alguna con nuestra realidad. La solución a ésta psicosis reformista parece tan simple como ampliar el número de plazas en el centro de Santiago, mas el sentido común choca insalvablemente con quienes no han querido dirigir su mirada más allá de los límites de Santiago. Una visión centralista que irradia los vicios de la gran ciudad hacia sectores que viven una situación diametralmente distinta.

Quizá el grueso de la comunidad desconoce que para acceder al cargo de Notario se debe ser abogado, además de sortear un primer de filtro de selección judicial compuesto por un concurso público que contempla un examen curricular y pruebas de conocimientos y de habilidades y destrezas, más test psicolaborales, para luego enfrentar una nueva revisión por parte del Poder Ejecutivo (Ministerio de Justicia). El trámite, por cierto, finaliza tras la toma de razón por parte de la Contraloría General de la República. Paradójicamente ahora se busca flexibilizar los requisitos de entrada a la labor Notarial. Si la vida y las relaciones humanas cada vez se complejizan mas, relajar el peso de la Fe Pública, que ha garantizado la estabilidad del sistema jurídico por muchos años, parece mas un nuevo problema que una solución efectiva y confiable. Reformas tan profundas requieren de mucho estudio y reflexión, y de un sentido de país que ponga atención a los posibles escenarios adversos. Chile ya ha sido testigo de los resultados de las reformas llevadas a la práctica en forma acelerada y desprolija.

El modelo económico, como se aprecia en las informaciones que repletan la prensa de éstos días, tal parece que prima por sobre todas las cosas y ha pasado a ser el nuevo gobernante. Un gobernante que deteriora paulatinamente los valores de confianza y justicia, convirtiendo todo gesto social en un posible acto de mercado, tal como se quiere hacer ahora también con las notarias, instituciones de larga data y prestigio, que han contribuido notablemente a la estabilidad de las instituciones y al tránsito jurídico de bienes y servicios, velando por la fe pública desde la obligada y necesaria mirada del derecho.

Recientes informes de la Fiscalía Nacional Económica nos hablan del “Mercado de las Notarías”, acepción errónea para referirse a lo que es, en esencia, un servicio jurídico autofinanciado. Como puede advertirse, una sociedad que incorpora la lógica de la empresa en cada uno de sus actos se mueve por energías capaces de diluir y pulverizar todo criterio de sociedad, configurando silenciosa y sutilmente una nueva matriz cultural. La raíz de este panorama social pasa por el tratamiento de estas sensibles actividades humanas como meros bienes de consumo.

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