Chile y sus enemigos

Como si de una guerra se tratase, una vez más vemos presencia militar en nuestras calles. Hace sentido su aparición por la existencia de un enemigo, como negarlo. Lo complejo es que se trata de un contendiente desconocido e invisible. Una amenaza silenciosa que nos ataca al menor descuido y que parece decidida a arrebatarnos algo más que la vida; nos viene exigiendo otra clase de sacrificios, un cambio en nuestro estilo de vida, quizá, o una conciencia nueva respecto del trato que le brindamos a nuestros iguales y al fantástico mundo que se nos ha regalado.

Nuestro país veía venir a este ejercito de seres microscópicos desde los primeros días del año que corre, pero parecía más preocupado de revisar las bases jurídicas de la convivencia nacional antes que afanarse en medidas preventivas que alinearan al cuerpo colectivo como una barrera sólida frente al ataque que se nos avecinaba. El gobierno, habituado a reaccionar sobre hechos consumados antes que leer anticipadamente la jugada, enfrenta tardíamente la emergencia saturándonos de discursos en que abundan las buenas intenciones, los lugares comunes, poses y todo el comidillo comunicacional que pueda reposicionarlo en el inconsciente popular, a sabiendas que su mayor defecto ha sido su nula capacidad de aunar voluntades; de congregar al mundo político y social en torno a sus ideas y proyectos, probablemente porque tras ello nadie identifica una doctrina definida, una voz potente que predique con firmeza un ideario de futuro común, que trace una senda de esperanza y prosperidad que difiera del esquema que miles de chilenos olfatean a trampa y estancamiento.

No quiero quedarme solo en la crítica, pues se trata de un ejercicio demasiado cómodo y simplista. Siempre será más fácil destruir que construir. Hay que reconocer la labor de contención emocional que realiza periódicamente el gobierno de cara a una comunidad sorprendida y temerosa ante el avance de un virus potencialmente mortal. Lo anterior pone de manifiesto el carácter centralista y eminentemente paternalista del sistema de gobierno nacional, que desde una ciudad exageradamente poblada, contaminada y corrompida, y que cuadriplica en casos de contagio al resto del país, pretende enviar la receta milagrosa que protegerá a comunidades situadas a miles de kilómetros de distancia y que se encuentran libres, por ahora, de la famosa epidemia.

Lo anterior pone de manifiesto el carácter centralista y eminentemente paternalista del sistema de gobierno nacional, que desde una ciudad exageradamente poblada, contaminada y corrompida, y que cuadriplica en casos de contagio al resto del país, pretende enviar la receta milagrosa que protegerá a comunidades situadas a miles de kilómetros de distancia.

Nuestro enemigo de turno es el Corona Virus y frente a él, gústele o no, todos los chilenos debemos alinearnos detrás de las políticas públicas que el gobierno democráticamente elegido viene implementando. La oposición, aquella fuerza dispersa, amorfa y confundida, que creyó encontrar un slogan, una bandera de lucha, tras las revueltas y manifestaciones populares que siguieron a aquel histórico mes de octubre de dos mil diecinueve, tendrá que guardarse los cartuchos y desenfundar sus armas después de que superemos la emergencia sanitaria. Bienvenidos son sus comentarios, sugerencias y aportes, siempre que ellos sumen para avanzar hacia una solución que nos permita hacer el recuento de las bajas con la menor cantidad de caídos en combate.

Ya anticipé que el otro enemigo que azota con fuerza nuestro país es la concentración de poder, un rival que conspira con las decisiones de gobiernos regionales y comunales que, como únicos y privilegiados conocedores de la realidad social y la diversidad cultural de sus áreas de influencia, se ven privados de decretar medidas en beneficio de la comunidad que exceden del ámbito de sus atribuciones, tales como el cierre y/o acordonamiento de comunas y ciudades. El alzamiento masivo de los alcaldes frente a la presidencia de la república, del cual fuimos testigos en los últimos días, más allá de los intereses electorales de los ediles, es una muestra palpable del descontento del mundo provincial frente a los lineamientos de Piñera y sus ministros.

Por último, no podemos dejar de destacar los esfuerzos de la incipiente comunidad científica nacional, que aún con sus insuficientes recursos, nos ha sorprendido con creaciones e iniciativas que pueden contribuir a morigerar los efectos de la pandemia, enviándonos la señal inequívoca de que el camino de la investigación, la ciencia y tecnología debe ser uno de los pilares del nuevo modelo de desarrollo que tenemos la obligación de llevar adelante. Aquel debe ser el destino de una parte relevante de los fondos públicos, aunque los vaivenes del mercado digan otra cosa. He ahí el tercer enemigo encubierto.

Gonzalo Garay Burnas, abogado, escritor.

Fuente: LibertadDigital.cl

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